Aprendiendo a Caminar

Para escribir una historia,
hay que saber caminar
por un largo camino real,
tropezar por un sendero oscuro
y sonreírle a la serpiente que llevas al lado,
para ser realmente feliz,
para así sobrevivir y ser eterno dentro de lo finito,
intangible en un mundo tangible.

Este camino real,
se eleva como el susurrar de los pájaros;
para navegar en él es necesario,
estar atraído por los campos magnéticos
que nos atañen a este mundo,
donde la reina y el rey son desconocidos,
en cual solo somos simple peones caminantes
de un tablero que nos pinta lo positivo y lo negativo,
el mismo que nos atrapa en la jugada perfecta ,
y a su vez nos da la posibilidad de escapar
de una picada sagas de las torres asesinas,
las que se destruyen por poder y fanatismo.

Para jugar dentro de este camino real,
hay que saber jugar,
jugársela en un juego imposible de jugar,
porque somos el juego del destino,
caminar de prisa y caminar despacio,
conducen al mismo lugar,
el tiempo que se disfraza
en el intervalo de la vida y la muerte,
sin saber de distancias ni longitudes,
no tiene porque parar,
sentimientos atravesados
que nublan el camino de alegría, tranquilidad,
egoísmo, tristeza y felicidad.

La sabia de nuestros conocimientos,
reposa en tiempos rojos como el escarlata,
la sangre ancestral,
y en otros tan verde como la pradera
en la que reposan la ideas de los Timotocuicas;
descendientes de Incas
amantes del sol y la luna,
ellos tal vez si ganaron este juego
imposible de ganar,
transitaron este camino real,
porque simplemente,
poseían el don de saber caminar.