Pequeñas amapolas, llamitas infernales,
¿es que daño no hacéis?
Se apagan y reviven. No puedo tocarlas.
En su fuego pongo las manos. Nada se incendia.
Contemplarlas me consume
Llameando así, su rojo ajado y brillante como piel
de alguna boca.
Una boca recién ensangrentada
pequeñas faldas sangrientas!
Hay efluvios que no puedo asir.
¿ Dónde están tus opios, tus asquerosas cápsulas?
¡Si pudiera desangrarme y dormir! —
¡ Si pudiera mi boca unir a una herida así!
Oh, vuestros líquidos rezuman en mí, cápsula de vidrio
Apagándose y aquietándose.
Mas, sin color, sin color. Descoloridamente.
Sylvia Plath
02 julio, 2006
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4 comentarios:
Parece que te atraen escritoras de vida atormentada y breve. El final de Sylvia Plath fue terrible, pero todo lo que le llevó allí también lo es. Es la historia que se nos cuenta en los Diarios y en la novela La campana de cristal. Su poesía es deslumbrante y hermética, llena de sangre como este poema que presagia ya su muerte: si pudiera desangrarme y dormir... La literatura a veces está llena de dolor y de sangre, pero es luminosa y cortante como una hoja de afeitar. Es el caso de Sylvia Plath. Un cordial saludo y hasta el próximo post. Estoy en olahjl.blogspot.com.
Esas càpsulas malditas que consumen todo, la inspiraciòn, la vida... Abrazos.
Que buena escritora , y que buena elecciòn.Triste , pero bella.
Cariños
Un beso amiga...estás bien?
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